Cada cierto tiempo telefoneo a mis amistades, a las cercanas, a las que no trato con asiduidad, a las que viven fuera de mi ciudad y a las que las circunstancias vitales han derivado por distintos derroteros.
Algunas de esas llamadas las espacio demasiado. Yo he cambiado muchísimo. Creo haber evolucionado y, además, de forma positiva. También he madurado y envejecido, lógico, pero he aprendido a aceptar y a acrecentar mi resistencia al dolor y a los avatares existenciales menos amables. Mi capacidad de asombro y gozo se incrementan por momentos. Me he enamorado y desenamorado muchas veces. He sonreído a distintas vicisitudes y he teñido de lila varias “grisicitudes”. He muerto y he resucitado en sendas ocasiones. He trabajado duro y me he divertido lo que he podido y me han dejado. La lectura ha abierto perspectivas a mi visión existencial. Foráneas y autóctonas músicas han elevado mi espíritu.
También he aprendido a disfrutar, a renunciar y a callar… cuando no tengo nada que decir, claro está…
La vida se compone de partituras con notas cambiantes, a veces mandan los bemoles, otras veces, las fusas se rebelan ante las negras corcheas sin claves de SOL.
Por eso, no entiendo que algunas de mis amigas, con las que no hablo desde hace muchísimo tiempo, a la típica y tópica pregunta de “¿cómo estás?”, invariablemente responden:
-Igual que siempre…
¿Cómo puede alguien estar igual que siempre?
Algunas se han vuelto a casar o a separar. Otras han tenido una hija o un hijo. Una de ellas, jubilada y viajera impenitente, se ha ido a recorrer el mundo en crucero. Hay una amiga que ha comenzado a engrosar la cruel fila del desempleo desde que la crisis se aficionó al E.R.E. (Expediente de Regulación de Empleo) y una más que ha emprendido un proyecto, generando con ello su propio puesto de trabajo y algún otro puesto para otra trabajadora tenaz.
Me encantaría sugerir una disyuntiva:
Imagínate que sabes a ciencia cierta que vas a morir en breve. Si logras superar el miedo, ¿volverías a responder a alguien que te pregunta cómo estás que “como siempre”? ¿Detallarías tus dolencias con minuciosidad espantando a todas y todos los que te rodean? ¿O comenzarías a VIVIR cada día como lo que es, único e irrepetible?
Hoy es el único martes 31 de Enero de 2012 que tendré la suerte de vivir. Y os aseguro que no será como siempre porque no va a haber otro igual.
Todos los días son buenos días, aunque no te toque la lotería. Aunque no te toque nadie. Aunque no tengas ganas de nada, aunque tengas deseos incumplidos. Aunque tus disparejos objetivos parezcan tornarse inalcanzables.
Todos los días son disímiles aunque se asemejen. Si no soportas la rutina y las jornadas clónicas, reinvéntalas. Hazte propuestas, agenda en mano, y cumple plazos, disponte a citar y autocitarte, disfruta de una película, acude a tertulias y conferencias, presentaciones de libros, conciertos inopinados. Pasea por placer. Comparte tus logros. Sacúdete la desidia, el desaliento y la tristeza.
Huye de la queja y de la mísera autocompasión. Gobierna tus horas. Regálate un respiro, una siesta. Aparca el miedo y el letargo.
Felicítate por estar viva. Es un consejo y un encargo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario