jueves, 11 de diciembre de 2008

EL HILO DE PLATA


Reverencio el silencio
y la soledad ConSentida.
Evasivos seres anónimos
deambulan por asfaltadas
calles capitalinas
inmersos en sus banales
preocupaciones mundanas,
exentas de altura,
tercamente pendientes
de sus intrascendentes
miserias, modas,
instintos y tendencias.
Horrorizada descubro
la ruptura inopinada
de mi reverenciado
y supuestamente irrompible
Hilo de Plata.
Invisibilidad

perdida
voluntariamente,

asumida
para hacer frente
al acoso de los depredadores
que intuyes y no influyen
en tu sabático
y sublime estado,
consciente de mi soledad,
sumida en mi silencio,
lidio críticas, 

acomodo sinrazones,
desbarato desamores,
resbalan los bajos golpes,
huyo de estereotipos típicos

-esposa y madre-,
esquivo sexistas dagas,
evito sus tediosas pláticas
y me suscribo a otra
de esas singulares redes,

de esas sororas bitácoras,
que fraternalmente me aman
porque escribo,
porque leo,
porque canto.
No necesito someter
ni poseer
ni alienar
ni desprestigiar
a nadie.
Ni siquiera necesito
ascender pisando
al prójimo.
Aprecio mucho mi cuello
para seguir dejándolo
expuesto a la bota
de cualquier
botarate idiota.
No os agradan
mis palabras
ni mis modales
ni mi idiosincrasia
ni mis gestos
ni mis formas
ni mis ironías
ni mis gracias.
Pero ya no necesito
casi nada,
ni aprobación
ni recompensa
ni aplausos
ni palmaditas en el hombro
ni patéticos consuelos
ni falsas honras
legisladas y sometidas
a hipócritas
y obsoletas normas.
Ni siquiera preciso
vuestro consentimiento
para seguir siendo auténtica,
hacer lo que vine a hacer
y sentirme viva.

muriendo y resucitando
día a día.
Es eso, quizá,
lo que os incomoda de mí,
mi salvaje independencia,
mi férrea libertad,
mi impenitente coraje,

mis jocosos arrestos,
mi alma de fémina salvaje
para remontar el vuelo
y reemprender el viaje
sin reservar plaza,
sin abonar tasas,
ni rebajarme
a vuestros rastreros
intereses deducibles.
No procede justificar
tanta bajeza
con tan estultas excusas.
Sola soy más yo.
Mi silencio es elocuente,
fértil generador
y brillante gestor
de nuevas vertientes
y subyugantes vórtices.
Acompañada por afines,
me revitalizo , empatizo
y formo parte de la Unidad.
Pero no me pidáis
que acepte

falsas creencias
y dogmas que incineran
la Verdad Universal.
No procede confundir
los bajos instintos
con el presunto Amor.
Si queréis ganancias
a costa

de lo que sea
y de quien sea,
no contéis conmigo.
Para ser aceptada

no renegaré
de mi Loba Interna
para balar como
una oveja en la manada,
olvidaos de esa idea...
Nunca he apreciado los rebaños,
ni mi balido
ni mi esencia
están en venta.
Simplemente
soy viajera en tránsito
traspasando sin llamar
puertas y ventanas.
Ruidosos y pendencieros
seres anónimos
se cobijan en mi no-casa.
Desconfío
por experiencia,
por intuición
y porque de sobra
conozco y reconozco
las torticeras intenciones
y artimañas de los miembros
del Club del Redil,
prestos al latrocinio,
políticamente correcto,
al chantaje emocional,
y al mea culpa

a costa de cualquier ajena cruz.
Poderosos irredentos
que se mesan los cabellos,
rentabilizan sentimientos
y rasgan vestiduras
que no son suyas
mientras ladinamente
sonríen cuando están delante
y por detrás clavan su puya.

No quiero participar en la traición.
No quiero pertenecer
a esos colectivos
que someten al individuo
a la inanición personal.
No quiero dividir para vencer.
No quiero vencer ni luchar.
Sólo quiero vivir
creando, exhalando, queriendo...
creciendo, inspirando, sintiendo,
cada vez más y más
Paz.


"Peldaños". LápizCero ediciones

ISBN: 978-84-92830-52-7          






LA OVEJA NEGRA. AUGUSTO MONTERROSO



En un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra. Fue fusilada. Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque. Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.